Quantcast
Channel: Gato Teo
Viewing all articles
Browse latest Browse all 36

Las desventuras de Penito

$
0
0
Penito, "El consolador Errante", oteando el horizonte mediterráneo
Introducción

En 1882 Carlo Lorenzini (Florencia 1826-1890) publicó en un periódico italiano Le avventure di Pinocchio bajo el seudónimo de Carlo Collodi. Su historia trataba de una marioneta de madera que cobraba vida en el taller de su creador, el carpintero Geppetto.
Pinocho, como se lo tradujo en el mundo de habla hispana, quedó deambulando en el cruel mundo de los humanos y protagonizó numerosas aventuras. El muñeco-marioneta-niño tenía la particularidad de que cuando mentía le crecía la nariz:
Ilustración original de Pinocho por Enrico Mazzanti
"Las mentiras, hijo mio, se conocen en seguida, porque las hay de dos clases: las mentiras que tienen las piernas cortas, y las que tienen la nariz larga. Las tuyas, por lo visto, son de las que tienen la nariz larga.", le decía Geppetto en el Capítulo XVII.
Al margen de la enorme popularidad que tomó la figura de Pinocho a lo largo de más de cien años, voy a revelarle a los respetados lectores del blog un secreto que muy pocos conocen: Lorenzini era un alquimista erudito y Pinocho fue real. Yo siempre lo sospeché, y ahora que soy un gato no-vivo he podido consultar los archivos akásicos y he logrado comprobar lo que les estoy contando.
La manifestación de los objetos que cobran vida es muy común en la vida cotidiana, pero la ignorancia metafísica de los humanos configura una suerte de firewall al fenómeno.
En esta ocasión, les voy a contar el caso de Penito, un dildo (consolador) que recibió la gracia de la vida y, al igual que el protagonista de Easy rider (Denis Hooper, 1969), decidió buscar su destino en la aridez de la realidad.


Los orígenes

Penito llegó a las "manos" de quien era mi socio en vida, el ecléctico, diletante y procastinado Alejandro Crimi. El calvo mendocino, un día compró la revista Sexologies y comprobó con sorpresa que la publicación traía un dildo de caucho de regalo. Pensó en el libro El manifiesto contrasexual de Beatriz Preciado, donde hay una exaltada reivindicación de los dildos, pero su vainillismo coyuntural le impidió darle el uso al que estaba predestinado el falo artificial. La falta de apertura ideológica de su ano impulsó a Alejandro a esconder el dildo en un oscuro cajón, lejos de la vista de su amada esposa, demostrando así unos celos patológicos e incomprensibles. El dildo de caucho permaneció oculto largos meses en el citado cajón hasta que una epifanía misteriosa lo convirtió en Penito, "el consolador errante".

Cuando Penito salió del cajón donde estuvo retenido, se encontró con un panorama desolador: un mundo formateado a la medida de la obviedad de los humanos. ¿Qué podía hacer un simple dildo en una sociedad caníbal, donde convivía un recalcitrante machismo con el liberalismo queer? Por suerte estaba yo, que en ese entonces aún vivía.

Recuerdo que cuando salió del cajón lo vi tan desconcertado, que me acerqué y le ofrecí amistad:

—  Hola amigo, soy Teo. Pareces preocupado... ¿quieres charlar un rato?
—  Hola Teo... bueno, no sé qué pensar de todo esto...
—  Tranquilo... ¿cuál es tu preocupación?
—  Bueno... no me gustaría quedar supeditado al primer culo que me requiera. Y tampoco me veo feliz en bocas o vaginas....
—  ¿Y entonces qué te gustaría? –le pregunté algo intrigado.
—  Y... no sé... me gustaría viajar, y descubrirme a mí mismo. Experimentar mi Ser-Para-Sí sartreano y comprometerme en el mundo de las ideas.
—  Bien, me parece legítimo que no quieras aceder a bocas, vaginas o culos, pero debes aceptar que eres un dildo...
No logré terminar lo que quería comunicar: Penito adoptó un aire victimista y salió reptando hacia la calle al grito de: "Soy libre. Tengo derecho a buscar mi destino".

Penito regresó a los tres días, un poco sucio y cansado. Por discresión no le pregunté dónde había estado. Le dije que Alejandro no había notado su ausencia y que yo le había limpiado su cajón. Me miró con agradecimiento y se fue a descansar. A partir de ese momento fuimos grandes amigos.

A continuación les muestro algunas de sus fotos, que inmortalizan momentos entrañables a la vez que ilustran una búsqueda existencial desgarradora.

Penito disimulando su naturaleza cognitiva
Penito en la playa, rodeado de conchas
Penito en el baño de un avión croata, rumbo a Zagreb
Penito viaja con su amigo "Gauchito Gil" a Collioure (Francia),
a visitar la tumba de Antonio Machado.
A la derecha, los amigos descansan
en la cama del hotel Triton.
Penito intentando echar raíces en el
eixample barcelonés
Penito tomando cerveza en un bar
del barrio gótico de Barcelona,
triste y solitario


Continuará...

Gato Teo
(gatoteo@gmail.com)

La primera y la última foto del presente post pertenecen al fotógrafo Ronald Stallard, profesional con quien estamos negociando la entrega de numerosos registros inéditos de nuestro héroe de caucho.
   

Viewing all articles
Browse latest Browse all 36