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Viejos drogadictos

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Eso de durar y transcurrir
No nos da el derecho a presumir
Por que no es lo mismo que vivir
Honrar la vida.
Eladia Blázquez 
     
No todo futuro pasado fue mejor

Hace algunos días, mis amigos de «Gatos Sin Frontera» me pidieron una colaboración para su último boletín cultural. Me dijeron que les interesaba publicar algo sobre el tema de las drogas en los seres humanos. Me acordé de Jasmina, la gata negra de un anciano drogadicto que vive en el carrer Ample, y la fui a visitar. Jasmina me contó que Jordi, su compañero humano, tiene 81 años y consume fenciclidina (PCP). Me explicó que Jordi consigue el llamado «Polvo del ángel» o «Píldora de la Paz» en una agrupación de la que es miembro: la Agrupación Viejos Drogadictos.
¡Ya tenía tema para el boletín de «Gatos Sin Fronteras»!
A través de Jasmina conseguí la dirección de la sede a la que concurría Jordi, y hablé con Manuel, el presidente de la agrupación, con quien pactamos una entrevista.
Manuel me pidió que no sacara fotos y que no pusiera en la entrevista ni nombres completos ni direcciones. Me comentó que a pesar de cumplir todos los requisitos legales, la agrupación prefería apelar a la discreción.
A continuación, transcribo la entrevista completa:

 Slogan de una campaña realizada por Focus Rehab Centre (Reino Unido) en 2008

— Buen día, muchas gracias por recibirme. ¿Se quiere presentar usted mismo?
— Sí, ningún problema... Mi nombre es Manuel T., tengo 75 años, vivo en Barcelona, soy jubilado, viudo, tengo dos hijos y desde el mes de febrero de este año presido la Agrupación Viejos Drogadictos (A.V.D.).

— ¿Qué es la A.V.D.?
— La A.V.D. es una asociación sin fines de lucro, creada en junio del 2007 en la ciudad de Barcelona con el objetivo de apoyar activamente a sus integrantes en todo lo relacionado al consumo de drogas.

— ¿Qué requisitos son necesarios para ingresar a la agrupación?
— Para poder ser miembro de la A.V.D. se necesita ser mayor de 60 años, residir en Cataluña, presentar un análisis médico completo, firmar un formulario de asuntos legales y pagar la cuota de ingreso.

— ¿Me puedes explicar el funcionamiento general de la agrupación?
— Sí... Gestionamos el consumo de drogas de nuestros socios con fines terapéuticos y recreativos, todo bajo un soporte de control y reducción de riesgos. La agrupación se financia y mantiene gracias a la cuota mensual que pagan los socios y a diversas donaciones que ofrecen en forma totalmente desinteresada algunas personas, generalmente familiares o amigos de los Viejos Drogadictos. Digo «Viejos Drogadictos» por que es la forma en que nos gusta identificarnos. En realidad al principio nos llamábamos «Agrupación Viejos Drogófilos», pero la gente siempre nos decía «viejos drogadictos», así que decidimos cambiar «drogófilo» por «drogadicto». Je, je... así mejoramos la identidad... ¿qué me había preguntado?

— Detalles del funcionamiento de la agrupación... pero mejor cuénteme cómo nació la A.V.D.
— La A.V.D. nació en un bar del Raval. Allí nos juntábamos un grupo de amigos para tomar ron y charlar. Una tarde se armó una buena polémica acerca de las drogas. Uno de los amigos, Baldomero V., consumía cocaína regularmente, y tuvo un problema de compatibilidad con la medicación para el corazón que le habían recetado en la seguridad social. Baldomero tuvo que elegir, y optó por suspender las pastillas para el corazón en vez de la coca. Su actitud motivó la crítica de algunos de nosotros, que lo tratamos de irresponsable y vicioso, pero más allá de la polémica, lo que en realidad se generó fue un buen debate acerca del uso de las drogas. Y fue ese debate el que nos motivó a formar la agrupación.

— ¿Cuál fue la idea inicial?
— La idea fue agruparnos para alquilar un local donde poder drogarnos tranquilos, contar con la ayuda profesional necesaria para consumir, y gestionar el aprovisionamiento de drogas. Contratamos a una enfermera, para que hiciera el seguimiento del consumo de cada uno; un abogado, para enfrentar los temas legales, y una persona que trataba con los camellos. Empezamos 12 viejos, invirtiendo buena parte de nuestras jubilaciones, y actualmente contamos con más de 2.500 socios nucleados en 8 sedes (1 en Lleida, 2 en Girona, 1 en Tarragona y 4 en Barcelona).

— ¿La figura jurídica de la A.V.D. es legal?
— Sí, absolutamente. Nuestra figura legal es parecida a la de los fumaderos, que hay por toda Catalunya. Los fumaderos son asociaciones de fumadores de marihuana, que se amparan en la interpretación de una ley (Ley Corcuera, modificada en 2006. Ley Orgánica 1/92 de 21 de febrero, de protección de la seguridad ciudadana) que «permite» el cultivo de Cannabis para uso personal, y bueno... lo nuestro es parecido aunque algo más diverso. Aparte de los derivados de la marihuana, en la A.V.D. también gestionamos el consumo controlado de cocaína, LSD, éxtasis, popper, ketamina, speed, GHB, 2CB y los llamados enteógenos (ayahuasca, peyote, San Pedro, Salvia divinorum, setas, etc.). Para la heroína y otras substancias fuertes tenemos algunas condiciones especiales de consumo.

— ¿Cuáles son las actividades que realizan en la agrupación, aparte de consumir drogas?
— Tenemos muchas actividades. Nos reunimos en las sedes para charlar, beber y pasar el tiempo. Participamos en talleres, jugamos al dominó y a la petanca, y planificamos excursiones. También tenemos una sala de cine, que funciona en la sede central los fines de semana... La sala se llama «Invasiones Bárbaras», en homenaje a la película de Denys Arcand.

Los viejos modernos son unos descarados...

— ¿Tienen alguna ideología o religión de apoyo?
— No. Ninguna. En la agrupación hay viejos de izquierda y de derecha; ateos, agnósticos y creyentes. Es común que se armen discusiones acaloradas sobre esas cuestiones, pero todos nos sentimos unidos por los colocones que nos agarramos. Te imaginarás que ya ninguno de nosotros pretende cambiar el mundo...

— Bueno, pero a vuestra manera lo están haciendo...
— No creo. Los viejos somos marginados en esta sociedad y no tenemos fuerzas ni mecanismos para cambiar eso. Pero no somos marginados por viejos, sino por no tener capacidad de consumo. Los pobres y los viejos no generamos actividades comerciales que beneficien a las empresas, por lo tanto somos excluidos del sistema. Eso lo tenía muy claro el colega Baldomero V., que nombré antes. Baldomero sostenía que la mejor forma de resistir a la marginación social que recae sobre las personas de la tercera edad era consumiendo mucha droga. Él pensaba que la risa de un geronte no debía depender exclusivamente de las caritas de sus nietos, y que entonces había que gestionarse las motivaciones necesarias para tener una buena vejez.

— Veo que el tal Baldomero fue una fuente de inspiración para vosotros... ¿Y qué tipo de motivaciones encontraba Baldomero en la cocaína?
— Bueno... cuando tú tienes 70 años todo te pesa. Caminas un poco y te sientes extenuado, quieres levantar una caja y no puedes, te giras para mirar algo y sientes un dolor en la espalda... en fin... la edad complica mucho todo lo que depende del cuerpo... Pero Baldomero lo que hacía era levantarse a la mañana y esnifarse una raya de cocaína. Y así podía estar vital, salir a caminar, venir a tomar ron con nosotros, e incluso le quedaba energía para gritarle a su mujer cuando regresaba a su casa. Claro que a veces se pasaba y se aceleraba demasiado... en esos casos, al día siguiente tenía un bajón que lo dejaba todo el día en cama... Bueno, todo no se puede pedir, ¿no?

— Hablamos de Baldomero en pasado... ¿falleció?
— Sí, que en paz descanse... pobre... A los ocho meses de suspender las pastillas para el corazón tuvo un infarto... Disfrutó de la vida todo lo que pudo... Recuerdo que tres días antes de su muerte, se había tomado un tripi e intentaba tirarse a un putón del Raval. Imagínate, con ¡79 años! Todo un fenómeno... Estaba bastante perdido ese día, tuvimos que llamar a Paquita, su mujer, para que lo rescatara... je je... Baldomero era pura pasión...

— Pero hacía apología de las drogas...
— ¡Noooo! ¿pero qué dices? ¡Él nunca hizo apología de las drogas! Baldomero estaba totalmente en contra del consumo de drogas antes de los 60 años. Pensaba que los jóvenes no debían tomar drogas, por muchas razones. Primero porque los jóvenes corren el riesgo de quedar enganchados con el tiempo, pero eso no le pasa a los viejos, porque precisamente lo que los viejos no tienen es tiempo. Entonces, supongamos que un hombre de 68 años empieza a picarse con heroína... ¿se va a enganchar? ¡No, qué va! Con 68 años ya no se tiene margen para quedarse enganchado... Y con 68 años tampoco es momento para cuidar la salud. La salud hay que cuidarla cuando uno es joven.

— Bueno, quizás no se quede enganchado pero un consumo descuidado lo podría matar, si está flojo de salud...
— Sí, aunque es más probable que lo mate un resfrío, o que lo atropelle un taxi en la calle... A Baldomero no lo mató la cocaína, su corazón falló de viejo... La cocaína sólo lo mantenía activo.

— Habría que ver qué dicen los médicos al respecto.
— Los médicos dirán que lo mató la cocaína. Los médicos son tristes, estarán en contra de cualquier cosa que alegre el espíritu de un paciente, son negativos... no, no hay que escuchar a los médicos. Si tienes una enfermedad grave, los médicos lo único que harán es hacerte durar algunos meses más en condiciones inhumanas. Los médicos te dan drogas mucho más fuertes y peligrosas que las prohibidas, pero que en vez de alegrarte te deprimen... es su trabajo.

— ¿Usted cuándo empezó con el consumo de drogas?
— Yo participé toda mi vida en las Comisiones Obreras de Catalunya (CCOO), y en las épocas de militancia sólo había probado algún porro. Luego me jubilé, y cuando falleció mi mujer pensé que se acababa el mundo. Incluso pensé en matarme. Una tarde me fue a visitar un amigo que no sabía cómo hacer para alegrarme un poco. Y en un momento me propuso tomar una substancia que, según él, «me relajaría un mogollón». A mí me daba todo igual, así que acepté. Era MDMA. Fue como si la sangre volviera a circular por mis venas. A partir de ese día, una vez por mes tomo MDMA; es mi forma de aceptar lo que me queda de vida con ternura. Eso no lo habría logrado con la ayuda de ningún médico ni nigún psicólogo...

Hay mucho humo en esta entrevista...
— ¿Sólo consumes MDMA?
— No, no... Todas las noches, antes de dormir, me fumo un canuto de hashish. Durante el día a veces vaporizo marihuana, y si me siento muy tenso me jalo una raya de ketamina. Me mola mucho la ketamina. Cocaína no consumo, y psicofármacos tampoco. Heroína he tomado sólo dos veces.

— Manuel, y cuando consumen algunas drogas de las llamadas «duras» ¿no piensan en que podrían no regresar del viaje?
— ¿Quieres saber si tenemos miedo a morir? Pues depende... Nuestra relación con la muerte es muy cercana, no sólo porque ya tenemos una edad avanzada, sino porque todos años mueren viejos y viejas con quienes hemos jugado al dominó o compartido un colocón. Cuando te informan del deceso de alguno de nuestros socios, uno siempre piensa que el próximo puedes ser tú. Pero aunque cueste creerlo uno se acostumbra... si se usa bien la cabeza se puede desmitificar la muerte. No digo que uno se vuelva indiferente a las ausencias, sino digo que se aprende a recordar con cariño, sin melodramas. En definitiva no hay cosa más natural que la muerte.

— ¿Participan muchas mujeres en la A.V.D.?
— Sí, por supuesto. Los primeros años no tanto, incluso nos tildaban de machistas. No tengo a mano los números de este año, pero creo que hay tantas viejas como viejos.

— ¿Es peligroso el consumo de enteógenos en personas de avanzada edad?
— No. Si el consumo se hace en dosis y condiciones correctas no hay problemas. Con el tema de los enteógenos se necesitan muchos cuidados, porque hay que acompañar a los viejos con asistencia médica e higiene. Es muy común que, después de una calada de Salvia potenciada, los viejos se orinen encima o que pierdan sus dentaduras o las gafas. Y alguien tiene que estar cerca para asistir... También está el tema espiritual... hay muchos new age que quieren ser guiados por gurús o chamanes...

— ¿Qué le gustaría que cambiase en la sociedad en relación con el tema de las drogas?
— Me gustaría que la sociedad en general no fuera tan hipócrita. Los problemas con las drogas nacen de la desinformación metódica que emiten las «voces autorizadas» del Estado y los círculos médicos. Conocemos el caso de un juez cocainómano, que se vuelve implacable cada vez que juzga a un camello; o los conocidos casos de policías que paran en la calle a chavales y les quitan la droga para hacer más entretenido sus patrullajes nocturnos. Además, están los que publican artículos y libros demonizando a las drogas, sin haber probado nunca ninguna de ellas. Por todo eso, para combatir la ignorancia, los riesgos, el comercio delictivo y la desinformación, los Viejos Drogadictos estamos por la legalización de todo tipo de drogas.

— ¿Se puede hablar de adicción o drogodependencia en la tercera edad?
— A lo único que los viejos somos adictos es a la vida. Y cuando la adicción es muy fuerte, te puede matar.

Manuel comenzó a toser y me hizo señas indicando el fin de la entrevista. Tenía una tos muy profunda, y su rostro se ponía de color violeta. Sin dejar de toser me ofreció una infusión, pero le expliqué que los gatos no tomamos infusiones. Comenzó a liarse un canuto. Dijo que era hashish del bueno, un «Jaguar». Le dio una profunda calada y la tos se le incrementó. «No te preocupes, ya se me pasa...» me dijo al verme preocupado. Me preguntó si me gustaba el hashish, y le dije que por ahora lo único que consumía era Nepeta cataria. Le dio otra calada al canuto y con una sonrisa contenida dijo: «Me has dado una buena idea, preguntaré entre los socios de la agrupación si tienen gatos viejos drogadictos... con un buen veterinario y una mensualidad módica podríamos ampliar los servicios de la A.V.D.»
Manuel me dejó claro que es un verdadero emprendedor. Igual me permití darle una sugerencia: «Con los gatos, todo bien, Manuel... pero no se le ocurra meter perros en la agrupación».
   
Teo
(gatoteo@gmail.com)

Aquí estoy descansando luego de masticar Nepeta


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