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Channel: Gato Teo
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La muerte del libro

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Cualquier persona más o menos culta sabe que la relación que existe entre los libros y nosotros (los gatos) es particularmente especial. En décadas pasadas, no era extraño entrar a una librería y ver a uno de los nuestros dormir plácidamente sobre algunas novedades de Seix Barral o Bruguera. Pero los tiempos han cambiado, y en los actuales negocios de ventas de libros (ex-librerías) hoy nos hechan a patadas.
¿Por qué se da esa situación? Porque los libreros y los últimos editores se extinguieron en la década de los ´90, y su lugar fue ocupado por los empresarios ignorantes que han montado las grandes corporaciones que actualmente dominan el mundo de las letras. Y claro... los empresarios odian a los gatos.
En pocos años los empresarios hicieron de las suyas, y montaron enormes empresas que asfixiaron a libreros y editores. Librerías históricas comenzaron a cerrar y decenas de editoriales que tuvieron un papel fundamental en la cultura del siglo XX quebraron o fueron absorbidas por los delincuentes de traje y corbata.
Esta transformación de la industria del libro incorporó una paulatina degradación del sector: Se comenzó a invertir más en publicidad y empezaron a bajar los sueldos de los traductores, redactores, diseñadores, y etc. Los individuos que usurparon el lugar de los editores se adaptaron al ejercicio de un conjunto de actividades amorfas, más vinculadas a la aridez de los balances contables que al negocio de las letras. Se implementó una precariedad laboral sin precedentes bajo el eufemismo "freelance", y los desocupados del sector se convirtieron en "autónomos". Los directivos modernos redujeron al mínimo los puestos laborales fijos y «limpiaron» las empresas de trabajadores con conciencia sindical. Muchas empresas editoriales se asociaron a grupos extorsivos multimedia (antes llamados «medios de comunicación»), y lograron presionar con eficiencia a los partidos políticos para obtener subsidios estatales o diversos privilegios. Las tiendas de ventas de libros comenzaron a ser atendidas por señoritas estúpidas de hermosas piernas o por jovencitos complacientes (y también estúpidos) de pelo corto. Y la casi totalidad de los concursos literarios pasaron a ser simples campañas encubiertas de promoción editorial, con los ganadores concertados varios meses antes de que el «jurado» emita su veredicto. Si a todo esto hay que sumarle la actividad de las mafias institucionales que defienden el copyright y los salvajes intentos empresariales por controlar los nuevos formatos emergentes, creo que los analistas de las nuevas tendencias estarán de acuerdo conmigo en que la «Era Gutemberg» está llegando a su fin.

Todo lo que tocan los empresarios se prostituye, y el mundo del libro no pudo ser una excepción.
Así hemos llegado a una situación decadente, donde se publican miles y miles de «libros spam» al año.
Y lo más normal del mundo ante esta situación es que desaparezcan los lectores.
Pero algunos se preguntarán: ¿Quién está detrás de todo esto?, ¿los Iluminati?, ¿el sionismo judío?, ¿Chavez y Fidel Castro?
Nada de eso... Detrás de todo esto están los empresarios que genera el sistema, JUNTO A LOS ESCRITORES Y CONSUMIDORES DE LIBROS.

¿Qué hubieran hecho los empresarios si al bajar la calidad de los productos que fabrican (libros), la gente no los hubiera comprado? Seguramente habrían ajustado su producción a una alta calidad en edición y textos. Porque convengamos que a los empresarios lo único que les importa es el lucro; les da igual la ideología o la excelencia que pueda tener una obra (en realidad su cerebro no les permite reconocer ese tipo de variables). Las editoriales modernas solo se atienen a seguir la evolución del mercado del libro para abastecerlo y generar lucro. O sea, lo mismo que hace un fabricante de zapatos o un mayorista de bolsitas de nylon.
¿Qué harían las editoriales si los escritores se negaran a corromperse en los concursos literarios arreglados? Pues, seguramente le dejarían eso de los concursos a otros ámbitos más transparentes. 
¿Qué pasaría si volvieran a aparecer escritores preocupados por el arte del lenguaje y no por su ombligo? Porque aquí también habría que rendirse ante la evidencia y reconocer que el presente literario está protagonizado por un conservadurismo rancio, ajeno a cualquier solidez «formal o informal». Y que autores de éxito como Michel Houellebecq, y tantos otros acomplejados, no tienen la más mínima posibilidad de perdurar en el tiempo porque son el resultado temporal de una publicidad mediática.

En mi opinión, la actual crisis del libro tiene tres tipos de protagonistas, en igualdad de responsabilidades:
1- Los empresarios, por su naturaleza.
2- Los lectores, por su pasividad acrítica.
3- Los escritores, por querer parecerse a los empresarios.


En la antigüedad, la gente tenía libros en sus casas


Conclusión
Probablemente las predicciones mayas del 2012 hacían referencia al fin de la literatura.
O quizás los jinetes del apocalipsis sean 3 (el empresario, el lector y el escritor) y no 4 como dicen los textos sagrados.
Sea como sea, y aunque la idea siembre terror entre los humanos conservadores que se creen románticos, la literatura tal como la conocemos está llegando a su fin.
Los síntomas de esta próxima defunción son muy concretos:
- Nadie roba libros porque no tienen valor de reventa.
- La gente deja de leer, y no pasa nada. Ni tiene menos sexo con sus semejantes, ni rinde menos en sus estudios.
- Algunos sujetos que siguen aferrados a los libros, tienen problemas de relación, ya que suelen ser considerados por su entorno como «retros», aburridos o intelectuales (usado como sinónimo de onanista). Por eso a veces leen a escondidas.
- En los living de los hogares ya se han erradicado las librerías, las cuales han sido reemplazadas por muebles de diseño o televisores panorámicos de plasma.
- Se editan porquerías monumentales y nadie se queja.
- Al igual que el magma inquieto que quiere salir por la boca de un volcán, el formato de papel ha comenzado a ser inestable. Es un hecho que las nuevas generaciones de humanos accederán a lecturas solamente en sus formatos digitales.


Ni epub, ni pdf: Papiro egipcio


Epílogo
Antes del invento de la imprenta, no existía la literatura como se la conoce hoy. A nadie se le ocurría escribir algo como En busca del tiempo perdido (Marcel Proust), y las creaciones literarias se afirmaban en la oralidad. Además, los libros no se imprimían en papel. La escritura se realizaba en formatos diversos (papiros, piedras, etc.), que requerían de determinadas condiciones de elaboración. Ese sistema de comunicación respondía correctamente a las coordenadas espacio-tiempo que poseían las psiquis de los sujetos que vivían la época. O sea, ese sistema de escritura-comunicación generaba identidad en los Homo sapiens de entonces. Con el paso del tiempo, ese sistema dejó de funcionar, cosa que interpretó a la perfección el alemán Johannes Gensfleisch, que hacia el año 1420 cambió su apellido por Gutenberg. Este hombre, considerado el padre de la imprenta moderna, inventó un sistema de reproducción de la escritura que representaba con presición las complejas abstracciones mentales de los «nuevos individuos» que emergían del fin de la Edad Media. Y bueno... eso ha durado hasta hoy.


Texto cingalés sobre piedra

Todo ha cambiado en la historia del mundo. El cambio ha sido (y es) constante, y supone infinitas muertes y nacimientos. ¿Cómo algunas personas pueden suponer que la literatura es eterna, o que los libros de papel son inmortales?
Los gatos, que no tenemos tanta resistencia existencial como los humanos, entendemos que si desaparece la literatura tal como la conocemos hasta ahora es porque ya no nos representa. Y en vez de ponernos en víctimas como hacen los conservadores bípedos, estamos felices y eufóricos por la expectativa del cambio. Tendrá que aparecer (o ya ha aparecido y todavía no se manifiesta con intensidad) una nueva forma de abstracción que sustituya a la obsoleta literatura, y un nuevo sistema de registros que deje bien enterrado al libro de papel (que a esta altura solo genera pésimos productos y desequilibrios ecológicos por deforestación).
Estamos en esos puntos de inflexión maravillosos donde hay que redefinir todo. La filosofía que circula por las academias no sirve para nada, porque habla de las coordenadas de un tipo de sujeto histórico que ha desaparecido. La ciencia se hace cuántica. Los erotismos se diversifican. La genética tiende a copar la medicina. Desapareció la autonomía política de todos los estados del mundo... Hay que barajar y dar de nuevo.

El libro ha muerto... ¡viva la creatividad!


Gato Teo
(gatoteo@gmail.com)


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